Muy buenas pajas:
sin ánimo de crear polémicas, y solo desde mi punto de vista, creo que la inhibición de la eyaculación mediante el control del orgasmo, no necesariamente debe ser perjudicial para la salud del aparato genital masculino. Desde mis 82 años y medio cumplidos hasta la edad de 60 años siempre eyaculé todo mi semen cuando me producía los orgasmos, ya fuese solo o acompañado, ya fuese en compañía habitual o a mano limpia. Pero me fui dando cuenta que la eyaculación totalmente realizada, no se equiparaba a mis deseos mentales de continuar disfrutando del placer erótico del goce sexual. Porque inmediatamente de la eyaculación, se me presentaba la “Indeseable Refracción” que es la respuesta protectora de nuestro organismo, para evitar un desgaste excesivo de nuestro aparato sexual, y que en mi caso personal, representaba un apagado de todo lo erótico de al menos tres días de refracción corporal sexual. Dicho esto, pude darme cuenta que si reprimía mis naturales eyaculaciones, seguía encendido el deseo sexual o erótico, por lo que al cabo de un corto tiempo, estaba de nuevo practicando lo que tanto me gustaba, ya fuese copulando con mi partenaire o haciendo satisfactorios trabajos sexuales a mano. Fue así como sin saberlo, descubrí algo que ya estaba inventado… Los famosos Edgings o como yo los bauticé “Caminar por la cornisa” y más tarde supe que le decían “Bordes” en español… Fue un verdadero aprendizaje, porque al principio mantenerse en ese borde no era fácil, pues fácilmente, se caía en el precipicio de la eyaculación definitiva y sin retorno. Luego la tarea mejoró, y los tiempos disfrutando de la cumbre, pero sin caer en el precipicio del orgasmo final, se fueron haciendo más largos y controlables. Y de unos pocos instantes al principio, se fueron dando caminatas por ese borde delicioso, cada vez más largos, hasta que un día, inesperadamente, mi constancia en esos bordes me regaló algo que no pude reprimir y que fue un “orgasmo seco”, es decir sin poderlo controlar, se me produjo un intensísimo orgasmo imposible de reprimir, con pulsiones deliciosamente intensas, pero que no derramaron ni una sola gota de mis fluidos corporales, tales como los pre seminales previos en mis avances, como los conocidos torrentes de semen que siempre tuve. Que colmaron de placer todos mis sentidos, los que una vez atenuados, de invadieron de una paz igualmente conocida por mis eyaculaciones normales… Pero lo fantástico de estos casos (que han sido muchos, pero absolutamente aleatorios e imposibles de lograr conscientemente) es que, después de semejantes acabadas, al cabo de un rato, volvía a tener ganas de coger o hacerme pajas, porque no se me presentaba la odiosa “Refracción”
Por todo esto y desde hace ya 29 años que no preciso de la eyaculación “obligatoria” y podría decir que la hago conscientemente, una vez, cada 50/60 pajas y tanto los controles, análisis y opinión de mi urólogo, confirman la buena salud de mi herramienta sexual
Muy buenas pajas:
sin ánimo de crear polémicas, y solo desde mi punto de vista, creo que la inhibición de la eyaculación mediante el control del orgasmo, no necesariamente debe ser perjudicial para la salud del aparato genital masculino. Desde mis 82 años y medio cumplidos hasta la edad de 60 años siempre eyaculé todo mi semen cuando me producía los orgasmos, ya fuese solo o acompañado, ya fuese en compañía habitual o a mano limpia. Pero me fui dando cuenta que la eyaculación totalmente realizada, no se equiparaba a mis deseos mentales de continuar disfrutando del placer erótico del goce sexual. Porque inmediatamente de la eyaculación, se me presentaba la “Indeseable Refracción” que es la respuesta protectora de nuestro organismo, para evitar un desgaste excesivo de nuestro aparato sexual, y que en mi caso personal, representaba un apagado de todo lo erótico de al menos tres días de refracción corporal sexual. Dicho esto, pude darme cuenta que si reprimía mis naturales eyaculaciones, seguía encendido el deseo sexual o erótico, por lo que al cabo de un corto tiempo, estaba de nuevo practicando lo que tanto me gustaba, ya fuese copulando con mi partenaire o haciendo satisfactorios trabajos sexuales a mano. Fue así como sin saberlo, descubrí algo que ya estaba inventado… Los famosos Edgings o como yo los bauticé “Caminar por la cornisa” y más tarde supe que le decían “Bordes” en español… Fue un verdadero aprendizaje, porque al principio mantenerse en ese borde no era fácil, pues fácilmente, se caía en el precipicio de la eyaculación definitiva y sin retorno. Luego la tarea mejoró, y los tiempos disfrutando de la cumbre, pero sin caer en el precipicio del orgasmo final, se fueron haciendo más largos y controlables. Y de unos pocos instantes al principio, se fueron dando caminatas por ese borde delicioso, cada vez más largos, hasta que un día, inesperadamente, mi constancia en esos bordes me regaló algo que no pude reprimir y que fue un “orgasmo seco”, es decir sin poderlo controlar, se me produjo un intensísimo orgasmo imposible de reprimir, con pulsiones deliciosamente intensas, pero que no derramaron ni una sola gota de mis fluidos corporales, tales como los pre seminales previos en mis avances, como los conocidos torrentes de semen que siempre tuve. Que colmaron de placer todos mis sentidos, los que una vez atenuados, de invadieron de una paz igualmente conocida por mis eyaculaciones normales… Pero lo fantástico de estos casos (que han sido muchos, pero absolutamente aleatorios e imposibles de lograr conscientemente) es que, después de semejantes acabadas, al cabo de un rato, volvía a tener ganas de coger o hacerme pajas, porque no se me presentaba la odiosa “Refracción”
Por todo esto y desde hace ya 29 años que no preciso de la eyaculación “obligatoria” y podría decir que la hago conscientemente, una vez, cada 50/60 pajas y tanto los controles, análisis y opinión de mi urólogo, confirman la buena salud de mi herramienta sexual